UNIVERSIDAD AUTONOMA DE GUERRERO
CÁTEDRA INTERNACIONAL "CARLOS MARX"
5o Encuentro de Socialistas y Comunistas de México
Temática
Situación actual de los socialistas y comunistas en
México y de la alternativa marxista de la revolución proletaria
Ponencia
La revolución y la cuestión del poder en Nuestra América[1]
RESUMEN
Históricamente, las
Comunidades y Culturas Originarias, los pueblos y trabajadores de Nuestra
América han sido víctimas de exterminios
y del expolio colonial.
Condenados desde la
independencia política del yugo colonial europeo a renovados procesos de recolonización,
padecen hoy el despliegue de la voraz imperialización, particularmente
estadounidense, agravada por la implantación de los patrones de acumulación
neoliberal del capital transnacional, la devastadora crisis y la decadencia
capitalista mundial, que han exacerbado la lucha de clases, los movimientos de resistencia y las luchas antiimperialistas en toda la
región.
En este contexto, las luchas
heroicas de los pueblos de Bolivia,
Venezuela, Ecuador y Cuba, pusieron a la orden del día la perspectiva de
una transformación esencial en Nuestra
América, que ha desencadenado la furia fascista de las oligarquías locales y
transnacionales.
Por lo mismo, la
transformación real de Nuestra América no puede ser concebida ni realizada dentro de los parámetros del
capital. De allí, que las llamadas
revoluciones democráticas y pacificas
del continente sólo pueden aspirar a reformar al capitalismo y sólo
puede preservar al sistema capitalista. Están lastradas por la lógica,
racionalidad y procesos de acumulación del imperialismo del Siglo XXI.
Pronto se agotarán sus posturas
antiimperialistas en todos los frentes permeados por los intereses del
gran capital. Pronto serán engullidas por los
modelos extractivistas y de exportación de materias primas.
O el potencial
anticapitalista de sus trabajadores y
masas oprimidas transforman a las revoluciones pacíficas en torrentes de
cambios radicales o tales procesos se
desvanecen en las ilusiones burguesas, domesticados y asimilados. O las clases
y pueblos que impulsan las revoluciones pacíficas en Nuestra América comprenden
las raíces de la explotación y la dominación del capital como relación social y
abandonan la enajenación reformista o una vez más sus heroicas experiencias de
lucha serán aplastadas por el fascismo imperialista.
En el fondo de esta cuestión
estriba la concepción y la práctica del poder y de la revolución. Complejo
problema que le plantea a los pueblos y trabajadores de Nuestra América: ¿Qué
hacer? ¿Cómo comprender y asumir en el Siglo XXI la dialéctica de las armas de
la crítica y de la crítica de las armas?
Parafraseando a Marx, se puede decir: Un fantasma está
recorriendo el mundo: Es de nuevo el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas
reaccionarias de Occidente y Oriente, del Sur y del Norte, se unen a pesar de
sus pugnas imperialistas en santa alianza
para acosarlo y aplastarlo. El siglo XIX ha quedado atrás, pero las
previsiones de Marx se cumplen cabalmente, ante el espanto de las sofisticadas
oligarquías del presente.
Asimismo, la historia de
todas sociedades del presente sigue siendo la historia de la lucha de clases.
El Siglo XI está minado de revoluciones
y doblan ya las campanas por un capitalismo que se pudre vivo. Está a la
orden del día la revolución y con ella la cuestión del poder capitalista.
El estudio crítico del
problema del poder capitalista, particularmente del poder económico y del poder
político centrado en el Estado, es clave para la crítica teórica y práctica del
sistema mundial capitalista. Por lo mismo, la cuestión del poder
económico-político pone a la orden del día la crucial disyuntiva de: comunismo
o barbarie en la tierra, y consecuentemente plantea la solución radical de la
contradicción sistémica capital-trabajo, inherente al capitalismo.[3]
La concepción que se tenga
del problema poder capitalista y el método de resolverlo define y enfrenta dos
posturas: La revolucionaria anticapitalista y la reformista-sistémica. La
primera desvela la raíz del poder capitalista para eliminarla y la segunda la
mistifica y preserva.
Entonces, el problema del
poder capitalista no sólo tiene importancia epistémica y política para los
revolucionarios del Siglo XXI, sino
también para las clases dominantes que organizan y desencadenan truculentas
contrarrevoluciones, y particularmente reformas sistémicas dirigidas a castrar, derrotar y destruir las luchas democráticas y revolucionarias
anticapitalistas en todo el orbe.
Por ello, los trabajadores y
pueblos del mundo enfrentan hoy también, la disyuntiva reforma o revolú-ción, imbricada a la dramática disyuntiva de:
comunismo o barbarie.
O las revoluciones socialistas eliminan al capital como relación
social e instauran una comunidad de hombres y mujeres libres, o las
reformas burguesas perpetúan al capital
como relación social y por ende exacerban la devastación de seres humanos y
naturaleza, y el fin de la vida en el planeta.[4]
La solución del problema del poder
económico-político es una urgente necesidad epistémica y política para la
construcción de la conciencia histórica y la liberación de los trabajadores y
Comuni-dades Originarias y de Afrodescendientes de Nuestra América, víctimas de
la rancia explotación y opresión
colonial europea, acrecentada ahora por la vasta recolonización de
estadounidense, cana-dienses, europea, rusa, china y japonesa de los trabajadores, pueblos y comunidades de
toda la región.
En esta perspectiva, la cuestión del poder sistémico
económico y político en Nuestra América, no sólo es un complejo problema
teórico, sino un complejo asunto estratégico, de apremiante solución histórica
y concreta.
Se trata de revelar la raíz filosófica, epistémica y política del
poder capitalista, como instrumento esencial del sistema capitalista, así como
resolver la praxis revolucionaria para su eliminación y no para preservarlo o
humanizarlo mediante reformas civilizadas.
El desarrollo de la compleja
lucha de clases, resistencias y tendencias revolucionarias anticapitalistas en
Nuestra América, pone en relieve la bancarrota del reformismo burgués y
pequeño-burgués, así como de todas las vías liberales y social-liberales;
socialistas de mercado y de todas las utopías posmodernas o de las izquierdas
modernas para perpetuar la explotación y la dominación del capital.
Por esto, la disyuntiva de
reforma o revolución no es una retórica pequeño-burguesa, ni una paradoja de
lógica formal, no es una utopía romántica, menos un atavismo dogmático, sino
una contradicción dialéctica que pone en el centro el estudio, la
investigación, el debate, el trabajo revolucionario y las múltiples luchas en torno
al complejo problema de la revolución, imbricado con el complejo
problema del poder económico y político del capital transnacional.
Esta disyuntiva plantea dos interrogaciones medulares: ¿Cómo
deben comprender los revolucionarios del Siglo XXI el complejo poder económico
y político del capitalismo mundial? ¿Qué deben hacer con el complejo poder
económico y político del capital transnacional? ¿Qué alternativa radical y
viable deben pensar y plasmar para la
destrucción del capital como relación social y para la emancipación desalienadora
de los trabajadores y Comunidades humanas?
La experiencia
histórica de Nuestra América plantea la
necesidad de la revolución anticapitalista, para la erradicar al capitalismo que ha plagado históricamente
la vida de millones de seres humanos y de
la Madre Tierra, de miseria material y espiritual, intensificada en el presente
siglo por los impactos depredadores de la crisis, decadencia, descomposición y
barbarie del capitalismo transnacional.
Evidentemente, sin una
comprensión crítica de la complejidad del poder capitalista las luchas más
heroicas y las experiencias democráticas y populares más relevantes, se
disolverán en el pantano capitalista, devoradas, asimiladas, domesticadas,
fragmentadas o liquidadas por dentro y
por fuera por el sistema, o degeneradas y agotadas en sus propias utopías
burguesas. Nuestra América es rica en tales trágicas experiencias, que jamás
deben repetirse, mucho más hoy que ha sido transformada en un botín de la
complejiza la imperialización[5] de las
fracciones imperiales de EE.UU., la Unión Europea, de Rusia y China, y al mismo transformada en el centro de las
más diversas y complejas luchas de las clases, de las comunidades y de los
pueblos oprimidos.
En este sentido, el poder,
según el diccionario de política, en su significado general designa la capacidad o posibilidad de obrar,
de producir efectos, y puede ser referida tanto a individuos o grupos humanos
como a objetos o
fenómenos de la naturaleza.
De igual manera, entendido en sentido específicamente social, esto es
en relación con la vida del hombre en sociedad, el poder se precisa y se
convierte de genérica capacidad de obrar, en capacidad del hombre sobre el
hombre. El hombre no es sólo el sujeto, sino también el objeto del poder
social.[6]
Este tipo de enfoque
epistémico mistifica el ser del poder en
general y en particular el ser del poder capitalista. Es una lectura lastrada por los resabios metafísicos y por la
miseria de la filosofía sistémica muy común en el negocio de la política trivial
y en el mundillo de la academia de mercado.
Sus teóricos simplifican la complejidad del poder capitalista, son
incapaces de comprenderlo como sistema y eje de la compleja totalidad
capitalista cuya dialéctica lo determina y a la vez es determinada.
Si bien el poder económico determina y es premisa de
todos los poderes: político, militar, ideológico, científico-tecnológico,
mediático, cultural, éstos actúan y son decisivos sobre el poder económico,
tanto que sus metamorfosis generan la ilusión que son poderes autosuficientes,
autónomos y demiurgos del poder
económico real, cuando por el contrario son sólo sus manifestaciones, tal como
Marx lo subrayaba al referirse a la dialéctica entre el proceso del pensar y lo
material.[7] En esta
dirección se puede plantear que el poder político, que la política y que el
Estado se sustentan en la economía, que los determina.
Estos mismos técnicos de la
política despojan al poder capitalista
de su ser material, de sus circunstancias histórico-concretas capitalistas, lo
desgajan del sistema capitalista y elucubran un poder abstracto, mistificado y
cosificado, enajenado de sus premisas objetivas fundantes: las relaciones de
producción.
Por esto, los epistemólogos
y politólogos metafísicos al abordar la cuestión del poder, hacen abstracción
de las bases capitalistas reales que lo determinan, de su historicidad, de su
naturaleza sistémica y de su carácter de
clase. Sólo les importa legitimarlo y ajustarlo técnicamente para el ejercicio
de la violencia por parte de la clase capitalista, sin entender que el poder
político es una fuerza compleja de clase,
consustancial a la complejidad del Estado que defiende y preserva los
intereses del capital como sistema.
Por su parte los tecnólogos
del Estado
han industrializado todo lo que gira en torno al Estado burgués, expresado en
el poder político del capital, como: Formas de gobierno y tipo de organización
territorial, lógicas y organización geopolítica, mecanismos de represión, poderes del Estado,
administración estatal, fuerzas armadas, sistema de seguridad interna y
externa, servicios de inteligencia y contrainteligencia, organizaciones
paramilitares, sistema de espionaje, partidos políticos, democracia, ciudadanía, parlamento y
parlamentarios, finanzas, sistema judicial, sistema carcelario, cuerpos
diplomáticos y procesos electorales.
Del mismo modo los técnicos
del capital han frivolizado a la política transformándola en área de
acumulación de capital y en una verdadera profesión mercantil cada vez más
privatizada, donde han surgido como hongos después de la lluvia los managers de
los políticos.
Por esta ruta el sistema capitalista y sus expertos en
política mistifican, deifican,
sacralizan, satanizan o naturalizan al poder capitalista. Perfeccionan la
tecnología de la enajenación política[8] y por ende de
las demás formas de alienación, incluida la alienación jurídica, vital para el
dominio burgués, que genera la ilusión de que las leyes descansan en la
voluntad libre de todos los ciudadanos, cuando en realidad no es sino la
expresión deformada de las leyes económicas. El derecho siempre es la voluntad
impuesta de la clase burguesa. Es el peso de la ley es el peso capital
real.
Por eso, es en el terreno
político donde el poder capitalista pone de manifiesto su verdadera y real
naturaleza de clase: En este campo se despliega como fuerza material e ideal,
como dominio y violencia que lo permea
todo, que lo sintetiza todo y que lo
domina todo.
Aquí es donde el poder político se prueba como pieza
estratégica para la defensa, producción, reproducción y mantenimiento del
sistema capitalista, de las relaciones de producción, de la propiedad privada
de los medios de producción y de las
clases sociales centrales que conforman el sistema capitalista. Para descifrar el secreto del poder capitalista, del Estado burgués y de la política
del capital, es necesario ajustar cuentas con la producción industrial de
seudo-ciencia[9] y con las charlatanerías del idealismo
decadente.
Desde la perspectiva crítica
de materialista el poder capitalista en general y el poder político capitalista
en particular no es nada sin las
relaciones de producción, sin la propiedad privada de los medios de
producción y sin las clases sociales
centrales que conforman el sistema capitalista.
La trabazón dialéctica
existente entre la organización social,
el Estado y la producción conforma la totalidad histórica y concreta
capitalista,[10] explican la
omnipotencia del dominio burgués.
El dominio burgués es en última instancia
fuerza material, que se complejiza y sintetiza en el Estado: una máquina de
violencia de la clase capitalista, a través de la cual se producen y reproducen
las relaciones de producción capitalista. Un instrumento que perpetúa la
explotación y dominación del capital sobre el trabajo.
Si bien el poder estatal en
última instancia tiene un carácter material, esto no significa que únicamente
sea material, ya que por su naturaleza compleja el poder capitalista tiene
múltiples dimensiones super-estructurales sujetas a la lógica de la inter-acción dialéctica.
El poder político
capitalista conlleva en su ser la
dialéctica material-ideal del Estado y del propio sistema burgués.
Al respecto, la
visión crítica de Karl Marx hoy no sólo es vigente sino es plenamente confirma
por la dialéctica real del capitalismo transnacional del Siglo XXI. En esta
dirección afirmó:
[…]: en la producción social de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones de producción, que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la que se levanta la supraestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El
modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia.[11]
-Consecuentemente (CVC)- […] el Estado es la
forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus
intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época,
se sigue que todas las instituciones comunes tienen como mediador al estado y
adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilusión de que la ley se
basa en la voluntad y, además, en una voluntad desgajada de su base real, en la
voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el derecho a su vez a la ley.[12]
De igual manera desentrañó la base real de las
contradicciones antagónicas del capital, el sustento material de las crisis
recurrentes del orden capitalista y el carácter reaccionario de las obsoletas
relaciones de producción capitalistas fundadas en la propiedad privada
capitalista anticipando derrumbe del capitalismo fundado en la dialéctica de
tales contradicciones.[13]
Entonces escribió: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las
relaciones de producción existentes, o, lo que no es más la expresión
jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta allí”.[14] Señalando
después: “Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener
las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una
parte, con la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra,
con la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los
antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más
violentas y disminuyendo los medios para prevenirlas”.[15]
Marx, pone en el
centro de la crítica la esencia y función del Estado –poder político estatal-,
no sólo como una compleja concentración, racionalización y administración de la violencia sistémica, sino también como un
complejo poder real y subjetivo, que maneja la siniestra dialéctica de
coacciones físicas y espirituales,[16] represiones formales y terrorismo,
guerras, violaciones de derechos humanos, control y manipulación
ideológica, persuasiones hegemónicas,
educación sistémica, cultura de la violencia, sacralizaciones, legitimizaciones
y legalizaciones del orden imperante. Instrumentos y medios a través de los
cuales se plasma el dominio material y
espiritual de las clases subalternas, con lo que se confirma históricamente
que: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época;
o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en
la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.[17]
En este sentido, Marx no sólo se abocó al estudio
empírico de la violencia revolucionaria, sino que elaboró una verdadera teoría
filosófico-científica sobre las causas, premisas objetivas, sujeto histórico y
carácter de clase de la revolución anticapitalista, así como una interpretación
crítica del papel de la conciencia revolucionaria en el derrumbe del capitalismo mundial.
Dejaron una teoría medular sobre la complejidad de
la radicalidad y dialéctica de la
revolución comunista, orientada a la abolición de todas las clases existentes y
al establecimiento de una comunidad sin clases, como se puede constar en los
textos que siguen:
-Las relaciones de producción y de cambio capitalistas (CVC)-, De
formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten
en trabas suyas. Y se abre –entonces (CVC)- así una época de revolución social.
Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. [18]
Desde
hace algunas décadas, la historia de la industria y el comercio no es más que
la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las
actuales […] las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la
burguesía y su dominación.[19]
[…], el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha
de clase contraclave, lucha que, llevada a su más alta expresión, constituye
una revolución total.[20]
Las armas de que se valió la burguesía
para derribar al feudalismo se vuelve a hora contra la propia burguesía. Pero
la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha
producido también los hombres que empuñarán esas armas; los obreros modernos,
los proletarios.[21]
Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo
que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada
existente.[22]
El proletariado […] no puede levantarse, […], sin hacer saltar toda la
superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.[23] […] revolución abierta, -mediante la cual
(CVC)-, el proletariado, derroca por la violencia a la burguesía, -e (CV)-
implanta su dominación.[24]
Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su
dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso de proletariado, condicione en
absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda
dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político –el
Estado, (CVC)- […].[25]
[…], la revolución no sólo es necesaria
porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también
porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba
salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad
sobre nuevas bases.[26]
Y subrayando la compleja e intrincada dialéctica real y subjetiva de la
revolución socialista, -cuyas previsiones dejaron de lado los soviéticos-, Marx
escribió en su célebre “El dieciocho Brumario de Luís Bonaparte”:
Las revoluciones burguesas, […],
avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan,
los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis
es el espíritu de cada día, pero estas revoluciones son de corta vida […]. En
cambio, las revoluciones proletarias, […], se critican constantemente a sí
mismas, se interrumpen continuamente su propia marcha, vuelven sobre que
parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente
de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros
intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la
tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios
fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las
circunstancias mismas gritan ¡Hic Rhodus, hic salta! (¡Aquí está la rosa, baila
aquí!).[27]
De igual modo, valorando el papel revolucionario de la
violencia, como lo hizo Hegel con la sentencia: “La violencia es la partera de
la historia”, Marx descubre el carácter emancipador y alternativo[28] de la
violencia antisistémica, a diferencia del carácter destructivo y opresivo de la
violencia sistémica asociada a la sordidez y a la dominación capitalista. Por
ello, en El Capital, argumenta:
“La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella
misma es una potencia económica”.[29]
-Sin embargo (CVC)-.
Cierto discurso ilustrado – y posmoderno (CVC)-, desde el poder y la ciencia,
han querido colocar a la violencia creadora del lado de la irracionalidad y con
ello, paradójicamente, justificar su uso monopólico, el de la violencia
conservadora, en nombre de la ley y de un supuesto bien universal.[30]
Las oligarquías
imperialistas han perfeccionado en el Siglo XXI, esta pretensión terrorista
porque tienen la capacidad económica, financiera, política, geopolítica y
militar.
La barbarie terrorista no tiene límites, desborda todo
el planeta violencia contra los seres humanos y la naturaleza, con guerras coloniales y contrainsurgentes,
genocidios, crímenes de lesa
humanidad, racismo, exclusión y matanzas de pueblos enteros, control y engaño
mediático, terrorismo transnacional de Estado. Son violencias sistémicas que
llevan hasta sus últimas consecuencias a las violencias cotidianas del hambre,
la pobreza, el desempleo, la exclusión social, el narcotráfico, la corrupción,
el racismo, la recolonización, el ecocidio y la democracia capitalista.
Bajo el imperio de esta
racionalidad instrumental, los oligarcas no únicamente temen y odian a la
revolución, sino que encargan a sus ideólogos industrializar los embustes
aldeanos y metropolitanos del fin de las clases sociales, el fin de la lucha de
clases, el fin de la revolución y el fin del socialismo, con el objetivo de
desarmar la conciencia histórica de los oprimidos y mistificar la truculenta
realidad capitalista que siega la vida en toda la tierra.
Sus medios de información y
comunicación invisibilizan la revolución
y en sus universidades se excluyen de
las ciencias y las humanidades los estudios y las investigaciones sobre
la revolución.
Acorde con esta lógica sus
publicistas caricaturizan, satanizan y vulgarizan a la revolución.
La identifican con el terrorismo y la
penalizan con sus leyes terroristas. Olvidan con cinismo que sus propias madrigueras son las más
violentas del mundo[31] y que las
barbaries descarnadas de corte fascista que perpetran contra sus propios
ciudadanos sólo acredita la decadencia total de la civilización moderna y la
más violenta descomposición del capitalismo planetario.
En este contexto
histórico-concreto, se puede comprender el por qué las Comunidades y Culturas
Originarias, los pueblos y trabajadores de Nuestra América hayan sido y son víctimas de exterminios y expolio
imperialistas.
Condenados desde la
independencia política del yugo colonial europeo a renovados procesos de
recolonización, padecen hoy el despliegue de la voraz imperialización,
particularmente estadounidense, agravada por la implantación de los patrones de
acumulación neoliberal del capital transnacional, la devastadora crisis y la
decadencia capitalista mundial, que han exacerbado la lucha de clases, los movimientos de resistencia, las luchas
antiimperialistas y los procesos revolucionarios en toda la región. Destacan
las luchas heroicas de los trabajadores,
pueblos y Comunidades de Bolivia, Venezuela, Ecuador y particularmente
de Cuba, que puso a la orden del día la
necesidad histórica de una transformación
profunda en Nuestra América. Transformación que será radical, revolucionaria,
internacional y con un sujeto histórico
complejo. Será un proceso abierto y entroncado con la dialéctica revolucionaria del mundo contra los parámetros del capital y
para liquidar la propiedad privada de los medios de producción, las clases
sociales, la esclavitud asalariada, los procesos de acumulación de capital y el expolio colonial en el Siglo XXI: Todo
esto supone en primer lugar, la destrucción del poder capitalista, la liquidación del Estado
burgués.
De allí, que las actuales
revoluciones pacificas del continente
dirigidas por fuerzas políticas de “izquierda” al parecer sólo aspiran a
reformar el capitalismo transnacional y preservarlo en última instancia.[32] El talón de
Aquiles de estas heroicas experiencias estriba en mantienen intacto el complejo
sistema capitalista, especialmente las estructuras de la explotación y
dominación capitalista a pesar de ser gobiernos. Justamente por esto, serán
engullidas por la lógica, la racionalidad y por los procesos de acumulación del
capital transnacional del Siglo XXI.
Pronto agotarán sus posturas
antiimperialistas en todos los frentes permeados siempre por los
intereses del gran capital. Serán engullidas por los modelos extractivistas y de exportación de
materias primas.
O se desarrolla la
conciencia histórica de las masas y de los trabajadores oprimidos para
transformar las revoluciones pacíficas en verdaderos torrentes de cambios
radicales o estas revoluciones pacíficas
se hunden en las ilusiones burguesas.
O las clases y pueblos
oprimidos que impulsan las revoluciones pacíficas en Nuestra América comprenden
las raíces de la explotación y la dominación del capital transnacional y
desencadenan la auténtica revolución anticapitalista o una vez más las heroicas
luchas son aplastadas por el fascismo imperialista.
En el fondo de esta cuestión
estriba la concepción y la práctica del poder y de la revolución. Complejo
problema que le plantea a los pueblos y trabajadores de Nuestra América: ¿Qué
hacer? ¿Cómo comprender y asumir en el Siglo XXI la dialéctica de las armas de
la crítica y de la crítica de las armas?
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Cachi, Camilo et. Al. (2014). El ecocidio del Siglo XXI. Cosmovisiones,
premisas, impactos y alternativas, Ediciones EÖN-Universidad Autónoma de
Guerrero, México..
[1] Ponencia presentada en
el V Encuentro de Socialistas y Comunistas de México, realizado del 19 al 20 de
julio de 2014, en la Ciudad de México.
[2] Dr. En Ciencias
Filosóficas, Profesor-Investigador de la Maestría en Humanidades de la Unidad
Académica de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero, México;
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Coordinador de la Cátedra
Internacional “Carlos Marx”, autor y coautor de varios libros, ponente en
eventos nacionales e internacionales.
[3] Valqui
Cachi, Camilo (2012). Marx Vive. Derrumbe del capitalismo. Complejidad y
dialéctica de una totalidad violenta, EÖN-Universidad Autónoma de Guerrero,
México, pp. 33 y ss.
[4] Valqui Cachi, Camilo et.
Al. (2014). El ecocidio del Siglo XXI. Cosmovisiones, premisas, impactos y
alternativas, Ediciones EÖN-Universidad Autónoma de Guerrero, México, pp. 29 y
ss.
[5] Valqui Cachi, Camilo (2012). Marx Vive. Derrumbe del
capitalismo. Complejidad y dialéctica de una totalidad violenta, pp. 182 y ss.
[6] Bobbio,
Norberto, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (2002). Diccionario de
Política, Siglo Veintiuno Editores, pp. 1190 y ss.
[7] Marx,
Karl (2005). El capital, Siglo Veintiuno Editores, México, t. I, Vol., pp. 19-20. Véase asimismo: Marx, Karl (2007).
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1857-1858, Siglo Veintiuno Editores, México, pp. 22 y 23.
[11] Marx, C. “Prólogo de la
contribución a la crítica de la economía política”, en Marx-Engels. Obras
Escogidas, Edi. Progreso, Moscú, p. 182, véase además: Marx, Carlos-Federico
Engels (1973). Véase además: La ideología
alemana, Ed. Pueblos Unidos, Buenos Aires, p. 26.
[12] Ibíd., p. 72.
[13] Marx, Karl (2007).
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grudrisse)
1857-1858, p. XXXVII.
[14] Marx, c. “Prólogo de la
contribución a la crítica de la economía política”, pp. 182-183.
[15] Marx, C. y Federico
Engels. “Manifiesto del Partido Comunista”, p. 38.
[16] Sanabria, Juan José. “La
violencia del Estado: guerra y ejército”, en Jiménez, Marco A. (Editor) (2007). Subversión de la violencia, Casa Juan Pablos-UNAM,
México, p. 274-276; asimismo, véase:
Kaplan, Marcos (1983). Estado y sociedad, Universidad Nacional Autónoma de
México, México, p. 208-209.
[17] Marx, Carlos-Federico
Engels (1973). La ideología alemana, p. 50.
[18] Marx, c. “Prólogo de la
contribución a la crítica de la economía política”, p. 183.
[19] Marx, C. y Federico
Engels. “Manifiesto del Partido Comunista”, p. 37.
[20] Marx, Karl (1984). La
miseria de la filosofía, Ed.Sarpe, Madrid, p. 175.
[21] Marx, C. y Federico Engels. “Manifiesto del
Partido Comunista”, p. 38.
[22] Ibíd., p. 42.
[23] Ibíd., p. 42.
[24] Ibíd., p. 42.
[25] Marx, Carlos-Federico
Engels (1973). La ideología alemana, p. 35.
[27] Marx, C. “El dieciocho
Brumario de Luís Bonaparte”, en Marx, C.-Federico Engels. “Obras escogidas”,
Ed. Progreso, Moscú, 1974, t.I, pp. 411-412.
[28] Acerca de esta
controvertida cuestión véase: Kersffeld, Daniel (2004). Georges Sorel: apóstol
de la violencia, Ed. Signo, Buenos Aires, Houghton, Juan. “La paz y la guerra
en la estrategia revolucionaria. Tres casos contemporáneos”, Vargas Velásquez,
Alejo. “Conflicto armado y perspectivas de una salida política negociada”,
Vásquez del Real, Álvaro. “Conflicto armado, reforma y revolución”, en Caicedo
Zurriago, Jaime y Jairo Estrada Álvarez (Compiladores). (1999). Marx vive. Siglo y medio del Manifiesto
Comunista.¿Superación, vigencia o reactualización?, Ed. Universidad nacional de
Colombia
[29] Marx, Karl (1981). El
capital, Siglo XXI Editores, p. 940, t. 1, Vol. 3, véase, además Engels, F.
“El papel de la violencia en la historia”, en Marx, C. F. Engels (1976). Obras
escogidas, Ed. Progreso, Moscú, p. 396 y ss., t. III.
[30] Jiménez, marco A. “Hacia
una crítica de la violencia”, p.22.
[31] Constante, Alberto.
“Uniformidad y ubicuidad de la violencia”, en en Jiménez, Marco A.
(Editor) (2007). Subversión de la
violencia, p.73.
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